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Para garantizar la conservación del paisaje de campiña típico de los valles que rodean a la Sierra de Aralar (incluyendo en él el mosaico con bosques autóctonos y demás elementos del paisaje) es necesaria una gestión activa que permita la conservación de valores naturales y ecológicos. Este tipo de trabajos están cada vez más extendidos entre entidades científicas y de conservación, ya que se están llevando a cabo desde hace más de una década, sobre todo en Gipuzkoa y Nafarroa. Sin embargo, la mayoría de estos proyectos se están desarrollando en terrenos de carácter municipal o comunal sino también en espacios protegidos, siendo más dificultoso en terrenos privados. Proponer una serie de pautas de “buenas prácticas agrícolas para la conservación del paisaje tradicional” facilitará la conservación de los valores ambientales y ecológicos. Este tipo de gestión no tendría como fin último un aumento de la productividad de las parcelas gestionadas, aunque sí se podrían aprovechar los diferentes productos agrícolas adquiridos para, a medio plazo, hacer viable por sí misma la gestión de los terrenos. El hecho de trabajar conjuntamente con agricultores y ganaderos de la zona, tanto para la gestión y conservación como para el uso y aprovechamiento de los terrenos, repercutiría de forma directa en la economía local y reforzaría la posibilidad de desarrollar y dar continuidad al primer sector, que presenta grandes dificultades.

El paisaje tradicional de los valles del entorno de la Sierra de Aralar se caracteriza por su alta diversidad y la presencia de microelementos del paisaje ligados con la cultura que facilitan la conservación de la biodiversidad presente. En la siguiente lista se enumeran algunos elementos del paisaje que destacan por su valía, al tiempo que se proponen una serie de actuaciones de gestión para conseguir un beneficio mutuo entre el usuario y la biodiversidad.

Los cambios en el uso del territorio provocan a menudo la pérdida de humedales y encharcamientos espontáneos, decisivos para que los organismos acuáticos puedan reproducirse, y por lo tanto sobrevivir. Estas masas de agua de pequeña entidad son especialmente importantes para diversos grupos faunísticos. En este escenario, algunos puntos de agua natural o artificial adquieren un papel decisivo para la supervivencia de sus poblaciones. Existen dos vías de actuación para favorecer la conservación de los organismos acuáticos: (1) adecuar los puntos de agua artificiales ya existentes, y (2) crear nuevos puntos de reproducción, por ejemplo charcas artificiales, cuya efectividad ha quedado demostrada en distintos proyectos desarrollados en Navarra y comunidades vecinas. A través de los siguientes puntos se propone una serie de sugerencias para crear nuevos encharcamientos y/o acondicionar los ya existentes.

En el paisaje de campiña de los valles de la Sierra de Aralar destaca el mosaico de microhábitats separados en parcelas, en los que la gestión difiere creando una diversidad de ambientes que favorece la conservación de la biodiversidad. A pesar de su escasa superficie, los elementos de división y/o frontera entre parcelas son elementos muy importantes, porque en él buscan cobijo pequeños mamíferos, nidifican pequeñas aves, se localizan reptiles y juegan un papel fundamental como elementos de dispersión entre charcas para anfibios. Por desgracia estos elementos del paisaje están desapareciendo, y al tiempo que se pierden elementos singulares del paisaje cultural se dificulta la conservación de la biodiversidad en general. A través de los siguientes puntos se propone una serie de consejos para conservar estos elementos del paisaje; algunas propuestas serán generales y otras se centrarán en algún elemento particular del paisaje cultural de los valles del entorno de Aralar.

Además de los humedales (artificiales y naturales) y de los elementos de división entre parcelas (muros, setos y vallados), existen pequeños elementos del paisaje ligados con la cultura popular vasca que se integran de forma disgregada y puntual por algunas zonas de la campiña atlántica, de los pastos de alta montaña y de los bosques autóctonos. La unión ancestral que presentan con el paisaje cultural del valle de Larraun los convierte en elementos atrayentes para la fauna local, tanto para especies generalistas como algunas otras especialistas, que se encuentran protegidas. Dentro de los hábitats singulares enumerados previamente hemos destacado un elemento identificador, incluyendo una serie de recomendaciones para su conservación:

Árboles trasmochos (bosques autóctonos)

Aunque el trasmocheo se puede hacer con un número amplio de especies, las más empleadas en el valle de Larraun han sido las hayas y los robles. El trasmocheo es una técnica de obtención de madera ancestral en la que no se mata al árbol; el beneficio en cuanto a madera es menor que por corte desde la base, pero se sigue manteniendo el bosque con arbolado, pudiendo abastecer al ganado de bellotas. Sobre todo se cortan los troncos centrales, por lo que los árboles extienden su copa a los costados creando un ramaje de menor porte (altura) pero mayor extensión (anchura). Las formas sinuosas del ramaje y las oquedades que se forman en el tronco principal son cobijo de una nutrida fauna, entre la que destaca la presencia de escarabajos saproxílicos, grupo amenazado y nutrido por numerosos representantes en catálogos de protección y/o listas de especies amenazadas. En este caso las propuestas de medidas no irán dirigidas a la actuación, sino al listado y posterior protección de los árboles trasmochos, que están considerados elementos de interés del paisaje para la conservación de la biodiversidad.

Metas de hierba (campiña atlántica)

La palabra meta proviene de metatu, amontonar. Almiar en castellano. Son pajares al descubierto, con un palo en el centro, alrededor del cual se amontonan y aprieta la hierba, la paja, el heno o el helecho, para conservarlos durante todo el año. La zona inferior de las metas, ocupada por paja, puede servir de refugio para reptiles, como el lagarto verde occidental y algunas culebras. También pueden observarse pequeños mamíferos como lirones, erizos, musarañas o ratones, sobre todo en invierno, cuando, gracias a la fermentación aumenta la temperatura en el interior de la meta, y en el palo o “ziri” es fácil observar posados ratoneros, cornejas o alcaudones. En este caso los esfuerzos para la conservación de estos elementos culturales deben ir dirigidos al apoyo para mantenerlos en el paisaje rural vasco, incentivando o apoyando iniciativas para conformar metas de hierba en las zonas de campiña del valle del entorno de la Sierra de Aralar.

Caseta de los pastores (prados de alta montaña)

Un elemento asociado con los prados de alta montaña son las casetas de los pastores; tanto en pie como en ruinas son elementos del paisaje que atraen a la fauna local, en un ambiente particular en el que las condiciones climáticas suelen ser bastante adversas: vientos racheados, altas insolaciones en verano y bajas temperaturas en invierno. Algunas especies, sobre todo de invertebrados y algunos vertebrados especialistas merodean estas zonas para guarecerse o buscar alimento, siendo por lo tanto espacios de interés para la detección de fauna. Al igual que en el caso de los árboles trasmochos, las actuaciones propuestas deberían ir encaminadas a la protección de estos elementos del paisaje cultural de las zonas elevadas del valle de Larraun.

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