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Descripción

La campiña atlántica es el resultado de los usos tradicionales asociados históricamente al caserío. Se trata, por tanto, de un tipo de paisaje de origen antrópico, aunque de una gran importancia desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad y los valores culturales del entorno de Aralar. En esta zona, la mayoría de las unidades de campiña se desarrollan en lugares que potencialmente corresponderían a robledales acidófilos o neutros de roble pedunculado (Quercus robur), y a bosques mixtos y fresnedas; estos bosques fueron reemplazados para la obtención de zonas abiertas para el pasto del ganado o la producción de otros alimentos, el abastecimiento de madera, la obtención de helecho y argoma para camas para el ganado… Estos y otros usos y circunstancias históricas y socioeconómicas crearon el tipo de paisaje, que hoy en día, asociamos con buena parte de los valles que circundan la sierra de Aralar. Una de las características más significativas de la campiña atlántica es su estructura en forma de mosaico, donde se intercalan hábitats abierto, como prados o praderas, con formaciones boscosas (bosques y bosquetes), estructuras lineales (setos), arroyos, cultivos, muretes de piedra o matorrales. Está diversidad de ambientes hace de la campiña atlántica un lugar idóneo para multitud de fauna y flora.

Especie representante

Este tipo de paisaje está constituido por varios tipos de hábitats, por lo que son varias las especies que podemos considerar representantes de la campiña atlántica: especies como Dactylis glomerata, Cynosurus cristatus, Centaurea debeauxii, Arrhenatherum elatius subsp bulbosum, Bromus commutatus, Trisetum flacescens, Bromus erectus, Malva moschata, Trifolium repens, T. pratense… son típicas de los prados y pastos de siega y diente; el lastón (Brachypodium pinnatum) domina en las zonas más secas; el helecho Pteridum aquilinum da forma a los helechales; mientras que en los setos y las formaciones boscosas encontraremos especies como Quercus robur, Betula pubescens, Coryllus avellana, Prunus spinosa, o Crataegus monogyna; y en los matorrales y brezales encontraremos Erica vangans, Erica ciliaris, Ulex spp. o Cytisus cantabricus.

Especies acompañantes

Tipos de hábitats asociados

Como hemos comentado anteriormente en el paisaje de campiña se intercalan y combinan varios tipos de hábitats, lo que le da su característica estructura y favorece una riqueza de especies muy considerable:

j) Prados de diente o siega con Cynosurus cristatus.

k) Pastizales mesoxerófilos colinos y montanos (lastonares cantábricos).

l) Prados de siega de Arrhenatherum bulbosum.

m) Pastos acidófilos cantábricos.

n) Helechales.

o) Matorrales de Cytisus cantabricus.

p) Brezales cantábricos.

q) Bosques mixtos, fresnedas y robledales, tanto acidófilos como neutros.

r) Bosques de ribera.

Elementos del paisaje asociados con la campiña atlántica

La campiña atlántica es fruto del uso tradicional del entorno durante siglos, y se sustenta en la estructura socioeconómica y familiar de mayor importancia en la zona, el caserío. Su conservación y estructura, por tanto, está ligada a la evolución de los usos tradicionales que se han dado históricamente. Es por tanto un paisaje que refleja la actividad socieconómica y cultural asociada al caserío, pero no es inamovible y ha ido evolucionando según cambiaban las necesidades de la sociedad o las técnicas de gestión. Como resultado, podemos incluir como elementos propios del paisaje de campiña atlántica, los prados de siega, los prados de siega y diente, los bosquetes que se intercalan entre estas zonas abiertas, y elementos de transición como matorrales, helechales y setos. Además, existen otras estructuras de origen antrópico como muretes de piedra, edificaciones tradicionales, metas, etc., que son de vital importancia para un buen número de especies vegetales y animales. En las últimas décadas se están dando dos procesos (a primera vista contradictorios) que están afectando a la funcionalidad, estructura y calidad del paisaje de campiña. Por una parte, se está dando un abandono paulatino de la actividad agrícola y ganadera; y, por otra parte, se está dando una intensificación de los usos en las explotaciones activas, en busca de un mayor rédito económico. Como resultado, nuestro paisaje de campiña es cada vez más simple en cuanto a su estructura y con menos diversidad biológica, lo que compromete la calidad ambiental y funcionalidad de este paisaje. Sería por tanto necesario trabajar en una gestión más sostenible del entorno, haciendo posible compaginar el mantenimiento de los usos tradicionales y el desarrollo de entornos de alto valor natural.

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